“… Era lunes. Santomé amanecía bajo
una intensa lluvia. El lodo y la hojarasca se amontonaban en el lado sur
del atrio parroquial. La cocina de hierro ya estaba en funcionamiento y el
calor se hacía un hueco en la casa. Amalia preparaba la cesta de manzanas que
debía vender hoy en el mercado de Bueu. No tenía pensado bajar hasta la semana
que viene, pero la llegada del frío y de la lluvia había aumentado la venta de
tabaco en el almacén y la provisión estaba a punto de acabarse. Era una larga
caminata, pero las autoridades habían decidido establecer la distribución de
tabaco en Bueu, en lugar de Marín. No era lo mismo. El camino era un poco más
complicado. Y con la lluvia tendría que dar un rodeo.
Mientras apuraba una taza de café, llamaron a la puerta. Su hija y sus nietos aun dormían. ¿Quién podía ser? Puede que fueran las niñas, Pilar o Maruja, buscando una gallina perdida. ¡Cada dos por tres aparecían huevos perdidos bajo el hórreo!
Llegó a la puerta en el momento que llamaban por
segunda vez. Al abrir y verla llorando, supo que el trayecto hasta Bueu iba a
tener que esperar. Dejó su taza y puso al fuego otro café...”
Casa del matrimonio de Ramón Pidre y Amalia Piñeiro |
Amalia
Piñeiro Cabanelas, nacida el 13 de marzo de 1905, no era una mujer que pasara
inadvertida. Habiendo pasado 47 años de su muerte, aún hoy la recuerdan en
Santomé de Piñeiro (Marín-Pontevedra). Todos aquellos que la conocieron se
emocionan al hablar de ella. Siempre dispuesta a ayudar, la cocina de hierro de
la vieja casa ha sido testigo de confidencias, de consejos, de lágrimas, de
ayudas, de bolsas de comida que pasaban de mano en mano, ... Amalia siempre
tenía la puerta de su casa abierta para todo aquel que tuviera un problema
o necesitara algo. Siempre sonriendo,
siempre generosa…
Nuestra abuela: Amalia Piñeiro Cabanelas |
La muerte
de la “pirucha” fue prematura. Un albañil de una obra cercana, que apenas
coincidió con ella unas semanas, fue “víctima” de la generosidad de aquella
mujer y fue incapaz de ir a su entierro. Y cómo él, muchos vecinos se
preguntaban por qué se había ido tan pronto.
Este verano
he tenido la ocasión de estar en la aldea y hablar con varias personas que la
conocieron. Todos decían lo mismo: era
una santa. Aún no ha nacido en los alrededores persona igual.
Amalia tuvo
una niñez y una infancia particular, hija de madre soltera, nunca reconocida
legalmente por su padre, pero tratada y querida como una hija por parte de
éste. Hasta tal punto que sus hermanastros eran como hermanos para ella y
viceversa. Se trataban y actuaban como familia, tal cual. Sin importar
reconocimientos legales o apellidos varios. De hecho, Amalia fue incluida en el testamento
de su padre junto al resto de sus hermanastros, como una hija más, querida y
reconocida, al menos en el corazón.
Son
apasionantes las historias de los seres queridos que nos han precedido. Es un
recorrido por fechas y eventos; pero sobre todo es un recorrido por situaciones
y decisiones, sentimientos y relaciones inter-personales; todo ello
contextualizado por la época en que esas personas vivieron.
Espero que quien nos lea, nos siga con atención y entusiasmo en esta mirada al pasado.
Parroquia de Santomé de Piñeiro (Marín - Pontevedra) |
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